Dependencia Emocional Problema de la Sociedad Mexicana Actual

mayo 21, 2010 2 respuestas humanas

Primero que nada este es mi primer escrito para el blog de Somos Enfermería. Siempre me ha gustado manejar temas de Psiquiatría- Psicología con un énfasis en que las heridas de la mente y del alma son más difíciles de sanar que las heridas físicas; de igual forma resalto que un papel muy importante del personal de enfermería es precisamente ese, el apoyo y ayuda psicológica que muchas veces doctores, familiares y uno que otro enfermero son incapaces de aportar al paciente.

Hoy les hablare de un tema controversial, un tema que últimamente está sonando en todos lados- y no solo hablamos de tiempos modernos- … La dependencia emocional y el papel que la sociedad mexicana juega para que este problema psiquiátrico aparezca.
Las enfermedades psiquiátricas son males que existen desde siempre, son males que han acompañado a la sociedad en su evolución- destrucción. La dependencia emocional ha sido manejada por millones de medios de comunicación; libros de autoayuda, programas de televisión, conversaciones casuales, pero en el medio científico y médico la dependencia emocional no se encuentra como un constructo de la personalidad, sin embargo existen conceptos que comparten características parecidas que nos ayudan a conocer, investigar y comprender este fenómeno.
“Fuente Obtenida Literalmente de Aqui

Apego ansioso

En sus trabajos, J.Bowlby describe un tipo especial de apego infantil, en el que el niño tiene un miedo constante a la separación de una figura vinculada (por ejemplo, la madre), protesta enormemente cuando se aleja y se aferra a ella de una manera excesiva. Como su propio nombre indica, el vínculo que mantienen estos niños no es seguro, y esto produce en ellos un continuo estado de alerta ante la temida separación y desprotección. Según el citado autor, la explicación radica en que estos miedos son justificados a causa de la frecuente historia de separaciones como internamientos en orfanatos, hospitalizaciones, etc.; o bien de amenazas recurrentes de abandono, que como bien describe Bowlby pueden revestir infinidad de formas: desde llevar al niño a un castillo plagado de monstruos, hasta dejarlo solo en un lugar desconocido, por poner únicamente dos ejemplos.

El apego ansioso o ansiedad de separación se ha relacionado con psicopatologías adultas como la depresión y la agorafobia e indirectamente con el comportamiento violento o antisocial.
Las similitudes de este concepto con la dependencia emocional son evidentes; de hecho, en ésta se presentan los tres subcomponentes fundamentales del apego ansioso: temor a la pérdida de la figura vinculada, búsqueda de proximidad, y protesta por la separación.

La diferencia entre el apego ansioso y la dependencia emocional se basa en el enfoque excesivamente conductual del primero, es decir, en que en su conceptualización los fenómenos del apego y de la separación están minusvalorados afectivamente. De hecho, las referencias explícitas a las emociones se producen cuando se describe la reacción ante un apego exitoso (bienestar, alegría) o uno frustrado (ansiedad, tristeza o ira), por lo que se echa en falta una mayor relevancia del componente afectivo del vínculo. Bowlby otorga una importancia excesiva a una separación puntual o al recuerdo de amenazas de abandono, y sin duda la tienen, pero sólo si son un aspecto más de unas relaciones familiares perturbadas o insatisfactorias. Autores como M.Rutter han expuesto muy acertadamente que lo patógeno no es en sí una separación temporal, sino la pérdida de vínculos afectivos creados, y mucho más cuando no hay oportunidad para crear otros nuevos o se producen situaciones de indefensión (peligros, soledad, entorno desconocido). El mencionado autor llegó a la conclusión fundada empíricamente de que tanto las experiencias repetidas de desamparo como la deficiente calidad de la relación previa podían ser por sí mismas determinantes de la ansiedad de que se produzca una separación, y por tanto del apego ansioso posterior. Esto explicaría las diferencias individuales en las reacciones ante la separación, observadas por el propio Bowlby.

El enfoque etológico propugnado por este autor puede haber influido en esta perspectiva puramente observacional de acontecimientos y reacciones manifiestas, minusvalorando los sentimientos subyacentes. La finalidad evolutiva de la conducta de apego, según el citado autor, sería la del cuidado de la progenie y protección contra los peligros, resultando suficiente para el niño la cercanía de un adulto -siempre y cuando no tenga expectativas negativas al respecto, como sucede cuando se han producido de hecho separaciones o amenazas-. En el presente trabajo se sostiene que el vínculo afectivo presenta una segunda finalidad biológica aparte de proporcionar seguridad, y es la de relacionar emocionalmente a los individuos con el propósito de lograr una organización social cohesionada, y es esta finalidad la que está directamente relacionada con la dependencia emocional. Aquí la necesidad insatisfecha no es la de protección y cuidado, única invocada en la teoría del apego, sino la de afecto, y así lo demandan explícitamente las personas que sufren de carencias emocionales. Las figuras vinculadas no son sólo “bases seguras”.

En definitiva, nos encontramos con que los dependientes emocionales siempre presentan apego ansioso, pero lo contrario no es cierto, porque la ansiedad de separación se puede dar también por otros motivos como la indefensión o la falta de capacidades para desenvolverse en la vida cotidiana, como por ejemplo se produce en las personas diagnosticadas de trastorno de la personalidad por dependencia.

Sociotropía

Desde hace tiempo se ha observado que existen dos grandes tipos de estilos cognitivos en los pacientes deprimidos: uno de ellos centrado en la dependencia interpersonal, la necesidad imperiosa de afecto, o el temor y la sobrevaloración del rechazo; el otro más independiente y perfeccionista, con rumiaciones sobre el fracaso o la inutilidad. Al primero de los estilos cognitivos se le denominó “sociotropía” y al segundo “autonomía”, pasando después a considerarse como rasgos de personalidad predisponentes a la depresión, que interactuaban con eventos vitales que los pacientes percibían como estresantes de acuerdo con sus creencias y que poseían perfiles sintomatológicos diferentes En la sociotropía, los acontecimientos desencadenantes estarían más ligados al rechazo, y en la autonomía a los logros personales Podemos afirmar que la sociotropía ha tenido más aceptación y evidencia empírica favorable que la autonomía, encontrándose en este constructo hallazgos contradictorios sobre su validez.

Sin duda, la sociotropía es uno de los conceptos más parecidos al que estamos estudiando en el presente trabajo. Los lamentos y las creencias subyacentes en un caso de depresión sociotrópica son fieles exponentes del sufrimiento que puede llegar a padecer un dependiente emocional, hasta el punto que podemos hablar de conceptos solapados. No obstante, para cumplir con nuestro objetivo de situar a la dependencia emocional donde le corresponde, no podemos considerarla únicamente como un rasgo de personalidad que predispone a la depresión. Un concepto que ha de tener relevancia propia no debe estar subordinado a otro; sería como concebir a la evitación solamente como un rasgo que predispone a padecer ciertos trastornos de ansiedad. Situar un rasgo de personalidad en la perspectiva de la depresión trae como consecuencia descuidar su existencia en pacientes asintomáticos, al margen de que el término “dependencia emocional” sea mucho más adecuado que el de “sociotropía” para dar cuenta de los componentes fundamentales de necesidad y anhelo subyacentes.

Personalidad autodestructiva

Desde el psicoanálisis clásico se ha venido estudiando un tipo llamativo de carácter, en el que aparentemente se busca el dolor y se niega la experimentación de sensaciones agradables o placenteras. Desde su denominación original de “masoquista”, esta personalidad ha pasado a convertirse en “autodestructiva”, con tal de eliminar la supuesta necesidad de castigo o el placer en el dolor que se habían sugerido como hipótesis etiológicas desde la tradición psicodinámica. Actualmente este concepto se considera como un trastorno de la personalidad, caracterizado por: mantenimiento de relaciones interpersonales de subordinación; rechazo de ayuda o elogios; estado de ánimo disfórico y/o ansioso; minusvaloración de los logros; tendencia a emparejarse con personas explotadoras; escasa evitación del dolor; asunción del papel de víctima; etc.. Además, poseen escasas habilidades sociales como la asertividad tienden a padecer trastornos depresivos su autoestima es muy baja(, y apenas experimentan placer en sus vidas.De acuerdo con el presente trabajo, se ha relacionado la personalidad autodestructiva con la sociotropía y con apegos ansiosos.

El componente más afín de este concepto con la dependencia emocional es, sin duda, el interpersonal. La descripción de las relaciones de sumisión que llevan a cabo, el anhelo por preservarlas a cualquier coste, o el emparejamiento con personas narcisistas y explotadoras, son también la esencia de la dependencia emocional, que, ciertamente, es autodestructiva. Otros rasgos son también comunes, como el estado de ánimo disfórico o la pobre autoestima. No obstante, existen otros componentes como la escasa evitación del dolor, el rechazo de ayuda, o los comportamientos autopunitivos y de “sabotaje interno”, que no son propios del concepto objeto del presente estudio.

Pero la diferencia más fundamental, que se expone a continuación, es de perspectiva. Se han postulado numerosas hipótesis para explicar este comportamiento, desde las psicoanalíticas tradicionales sobre la génesis del masoquismo, hasta otras más modernas de diversa procedencia teórica. Desde el conductismo se ha afirmado que el comportamiento autodestructivo pudo haber sido reforzado con cuidados y atención en la historia de estos sujetos, pero se ha encontrado que es más bien todo lo contrario: cuando estas personas estaban enfermas recibían una mayor desatención, inconsistencia y falta de cariño. Las hipótesis psicodinámicas más actuales giran en torno a la psicología del self (utilizaremos “self” en lugar de “sí-mismo”) y se fundamentan en la necesidad crónicamente insatisfecha de simbiosis con determinadas personas –objetos del self-, a efectos de reafirmar la autoestima. En el capítulo dedicado a las hipótesis etiológicas nos detendremos en esta interesante propuesta. Desde un punto de vista más ecléctico que integrador, Millon y Davis especulan que los masoquistas -utilizando su terminología- persisten en las situaciones de sufrimiento para acostumbrarse mejor al dolor, expían sus culpas por deseos no reconocidos, y asocian el sometimiento con la aceptación.

Como podemos observar, muchas de las hipótesis parten del supuesto de que estos sujetos son masoquistas (es decir, gozan del dolor) o por lo menos “autodestructivos”, término que continúa recordándonos su procedencia psicoanalítica y que sigue teniendo connotaciones peyorativas, como la de inculpar a la víctima. Como veremos más adelante, desde este trabajo se proponen hipótesis etiológicas de naturaleza bastante diferente, quizá más cercanas a las provenientes de la psicología del self, y que se centran más en las graves carencias emocionales y en el mantenimiento de pautas relacionales patogénicas como la idealización excesiva, la subordinación a la persona encumbrada o la continua autoanulación para congraciarse con ella.

Los dependientes emocionales no tienen como fin autodestruirse, y ni mucho menos gozan del dolor, sino que tienen una autoestima deficiente, un sentimiento continuo de soledad y una insaciable necesidad de afecto que les conducen a emparejarse con personas explotadoras, que les maltratan y no les corresponden. Ésta es la diferencia fundamental con la personalidad autodestructiva.

Codependencia

Este concepto, un tanto confuso, se creó para dar cuenta de las diversas perturbaciones emocionales que ocurrían en las parejas de personas con trastornos relacionados con sustancias. Aunque no se puede definir claramente un patrón de personalidad codependiente, sí existen ciertas características identificativas de estas personas: se obsesionan y preocupan más del trastorno relacionado con sustancias –generalmente alcoholismo y toxicomanías- que la propia persona que lo padece, con la consiguiente necesidad de control de su comportamiento; presentan una gran comorbilidad con trastornos del eje I; se descuidan o autoanulan; tienen baja autoconfianza y autoestima; y se involucran continuamente en relaciones de pareja dañinas y abusivas.

Aparentemente, los paralelismos con la dependencia emocional son incuestionables: baja autoestima, subordinación, desarrollo de relaciones interpersonales destructivas, temor al abandono, o falta de límites del ego. No obstante, analizando más en profundidad este concepto, surgen algunas discrepancias. La primera es de perspectiva, y es que la codependencia está condicionada por otra persona, generalmente un alcohólico o un toxicómano, aunque también se haya extrapolado este concepto a otras situaciones como la convivencia con enfermos crónicos. Los dependientes emocionales no están vinculados necesariamente con personas que sufran enfermedades o condiciones estresantes crónicas como las mencionadas, e incluso pueden estar solos. El concepto de codependencia se sitúa en la perspectiva de los trastornos relacionados con sustancias.

La segunda diferencia es de contenido. Aunque, como hemos dicho, no podemos configurar un patrón homogéneo de la personalidad de los codependientes, sí es frecuente en ellos la autoanulación para entregarse y cuidar a la persona con problemas. Ciertamente, un dependiente emocional puede realizar los mismos actos, pero con una diferencia notable de fondo: lo hará únicamente para asegurarse la preservación de la relación, y no por esa continua entrega y preocupación por el otro que caracteriza a los codependientes. Podríamos calificar a los codependientes como abnegados, siendo sus motivos altruistas aun con una desatención patológica hacia sus propias necesidades; estando el dependiente emocional en el caso opuesto, centrado únicamente en sus gigantescas demandas emocionales. Cuidar y entregarse sería un fin para el codependiente, y sólo un medio para el dependiente emocional. En todo caso, al no tratarse de una diferencia lo suficientemente manifiesta, muchos dependientes emocionales emparejados con personas alcohólicas o toxicómanas habrán sido calificados como “codependientes”, motivo por el cual se incluye este concepto en la revisión de términos afines.
Adicción al amor

Conceptualmente, podemos equiparar la adicción amorosa con la dependencia emocional. Se trata de una de las nuevas “adicciones sin sustancias”, aunque es posiblemente tan antigua como el propio ser humano. Algunos trabajos han estudiado este fenómeno comparándolo con el modelo tradicional de los trastornos relacionados con sustancia encontrando numerosas coincidencias que han justificado su denominación de “adicción”: necesidad irresistible (“craving”) de tener pareja y de estar con ella; priorización de la persona objeto de la adicción con respecto a cualquier otra actividad; preocupación constante por acceder a ella en caso de no encontrarse presente (“dependencia”); sufrimiento que puede ser devastador en caso de ruptura (“abstinencia”), con episodios depresivos o ansiosos, pérdida aún mayor de autoestima, hostilidad, sensación de fracaso, etc.; y utilización de la adicción para compensar necesidades psicológicas.

Como hemos dicho, la equivalencia de contenido con la dependencia emocional es total. No podemos afirmar lo mismo en el caso de la perspectiva de ambos conceptos, y es que en la adicción amorosa el punto de vista se focaliza en las relaciones interpersonales, es decir, en la existencia de una dependencia real hacia un objeto de adicción: la pareja. En este momento reiteramos lo expuesto en la revisión de la codependencia, y es que el dependiente emocional no necesariamente tiene que estar involucrado en una relación para serlo. Podemos clarificar esta matización manifestando que el dependiente emocional puede estar “asintomático” -entendiendo la adicción como el síntoma- pero por supuesto continuar siéndolo, y que sólo se convertirá en un adicto al amor cuando esté involucrado en una de sus numerosas relaciones destructivas. Esta diferencia de perspectiva es fundamental, porque si se nos presenta en la consulta una persona con tendencia a ser “adicta al amor” pero que actualmente se encuentra sola, quizá pensemos que nos baste con una prevención de recaídas dentro de un planteamiento cognitivo-conductual (por otra parte, totalmente indicado para cualquier otra adicción con o sin sustancias); mientras que si entendemos al paciente como a un dependiente emocional, enfocaremos la intervención en la comprensión y reestructuración de su personalidad, utilizando técnicas interpersonales, psicodinámicas, o de reestructuración cognitiva sobre sus creencias nucleares.

No cabe duda de que estos conceptos se solapan en gran medida con la dependencia emocional y entre ellos mismos, pero en ningún caso podemos afirmar que sean sinónimos o totalmente equivalentes. Se han detallado las diferencias existentes con el propósito de delimitar el concepto objeto del presente estudio, matizando si éstas eran de contenido (comportamiento derrotista y búsqueda del dolor -personalidad autodestructiva-, abnegación –codependencia-) o de perspectiva de estudio (subordinación a trastornos depresivos –sociotropía-, influencia de determinados presupuestos etiológicos y connotaciones peyorativas del término –personalidad autodestructiva-, enfoque prioritariamente conductual –apego ansioso- o existencia imprescindible de otra persona, sea dependiente de sustancias u objeto de adicción –codependencia y adicción amorosa respectivamente-).

Siendo estos conceptos importantes y necesarios, en el presente trabajo se señala la necesidad de la creación de uno específico para la dependencia emocional, que nos proporcione a los profesionales de la salud mental un adecuado marco de referencia para la comprensión y tratamiento de este fenómeno psicopatológico.

Una vez definido las diferentes facetas de la dependencia emocional podemos ver como la sociedad mexicana es mucha más vulnerable a procesos de este tipo; pongamos sobre la mesa situaciones cotidianas de la vida promedio de un mexicano o mexicana.

La típica pareja joven con inestabilidad emocional, la maduración acelerada por un embarazo en la adolescencia, el maltrato de pareja, la violencia física, la constante supresión de la mujer, la poca relación entre padres e hijos, los conceptos de amor generados por la televisión, la infidelidad, el alcoholismo, la drogadicción, los terrores infantiles; y la lista podría seguir…
La sociedad mexicana podría decirse que es un factor de riesgo para la aparición de miles de patologías ya sean crónico- degenerativas o psiquiátricas. Es necesario poner énfasis en aquellos factores de riesgo y atacarlos de una vez. Hay que darse cuenta que si muchos de los problemas nacionales fueran solucionados, muchos de los males patológicos serian completamente erradicados.

Les contaré la historia de un conocido, pepe era un niño de unos 8 años de edad para ese entonces, el siempre ha sido una persona muy extrovertida como cualquier niño tenía sed de exploración, curiosidad innata; cierto día se perdió en un centro comercial lo que generó un fuerte susto para él y su madre, que era la figura de seguridad que tenía en esa época, su padre alcohólico y un poco fuerte de carácter decidió aislarlo de los peligros del mundo; la sobreprotección de los padres generaron en el niño una fuerte inseguridad y una dificultad para tomar decisiones; En una pelea entre sus papas, el padre incrustó un golpe a su madre en el estomago por el cual la figura protectora del niño fue maltratada y por lo mismo un resentimiento por el padre creció en el niño; un año más tarde el miedo de la separación con su madre se apoderó del niño aislándolo socialmente y generando una depresión infantil.

14 años después ese niño sufre por lo acontecido en el pasado, ahora mismo sufre de una dependencia emocional, un síndrome de dependencia y una adicción al amor. Si en el pasado los padres hubieran tenido la información al alcance de sus manos, tal vez su hijo no estuviera en la situación de hoy, sufriendo y cargando con un dolor tan insoportable en el alma…

En la próxima entrega… Factores de riesgo en la dependencia emocional…

2 respuestas humanas:

  • ViRgInIa dijo...

    Tienes muchas razón Diego, con tu exposición sobre esta realidad cada vez más concreta, no porque antes no existiera sino que ahora se le da un indice mayor de importancia. Difieron contigo sobre el hecho de que no es un constructo de la personalidad, si es verdad que la mayoría de los autores, manifiesta "La codependencia" como una causalidad de una personalidad insegura,con fracaso de imagen y rol paterno y que tenga una percepción equívoca de la realidad, como bien se llama "realidad alternativa",sino más recuerdo; pero al fin y al cabo si analizamos bien, lo que en un principio era fue el efecto de una conducta propia de la personalidad, es decir un apego ansioso, se tranforma con el paso del tiempo en una patrón de conducta, adquiriendose asi como un constructo de la personalidad, ya que la persona que elige y lleva una relación codependiente, aunada a particularidades que desventaja su personalidad como tener TOC,manejo inefectivo de mecanismos de defensa, neurosis patológica, etc, son bien sabidas como formas de manifestación de lo que sería un mecánismo comportamental de una patología psicológica del individuo. A mi me encanto¡¡¡ tu tema

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